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Cazando quimeras

Haimi Snown Escritora de romántica y fantasía

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miércoles, 21 de mayo de 2014

Sencilla obsesión - Prólogo + Capítulo 1


Hola, chicas.
No es una entrada en el verdadero sentido de la palabra. Dejo el prólogo y el primer capítulo de mi novela porque pienso avisar a los interesados que prefieren hacerse una idea antes de tomar la decisión de comprar. Amazon ofrece en descarga gratuita los primeros capítulos, pero de lo que vi poca gente se maneja bien con el Kindle.
La sinopsis y los otros datos se encuentran aquí.
Besitos :)



Septiembre 2013

Trece años, tres meses y tres días desde que había empezado su segunda vida.
Trece años, tres meses y tres días desde que había aprendido de modo violento que se podía fiar solo de sí mismo. Que las palabras no tenían ningún poder y las acciones eran las que contaban.
Trece años desde que no había pensado en los más oscuros días de su vida, y la mera reflexión le recordó que sus preguntas seguían sin respuestas, y que aún no se había librado de su inseparable camarada llamado «dolor». Continuaba escondiéndose en alguna parte de su mente y eludía todos sus intentos de exorcizarlo. No obstante, después de tantos años se podían llamar amigos y lo aceptaba como si fuera parte de él.
Jared permaneció con el rostro alzado hacia el cielo y acompañó con la mirada la trayectoria descendiente de la cola de fuego, acusándola en silencio por refrescarle la memoria.
Una efímera y sencilla estrella fugaz había tenido el poder de alterarle los sentidos.
Respiró hondo y corrió mentalmente la cortina del pasado. El secreto constaba en elegir qué recuerdos guardar y a cuáles ahuyentar. Todo lo que contaba eran minutos, instantes, tan breves como la estrella que se daba prisa hacia su propia muerte.
El otoño había abierto sus puertas, pero el verano se resistía en despedirse. Millones de pequeños astros centellaban radiantes, compitiendo en intensidad. Su resplandor irradiaba del cielo nocturno decorado como un salón de baile de los años setenta y la imagen era la de bendita felicidad.
Por poco no le daban arcadas del disgusto.   
La felicidad era una quimera, y los que se pasaban la vida buscándola, unos ilusos. Felicidad significaba estar bien contigo mismo y él había dejado atrás la etapa de creer en finales felices. En el pasado se había permitido esperarlo una vez, pero por aquellos días era otra persona. El fin de su adolescencia había sido el principio del resto de su vida.
Sonrió nostálgico a los recuerdos y sin querer cerró los ojos deseando…
Una repentina ráfaga de viento creó un torbellino de hojas muertas sobre la tierra, girándolas en círculo de forma aparentemente controlada. Las ramas de los árboles casi desnudos se batieron las unas con las otras creando una música rítmica muy parecida al latido descontrolado de un corazón miedoso. En la lejanía se escuchó el aullido de un animal nocturno, y de repente la fragancia del jazmín se hizo presente en el aire.
El olor trajo a la superficie otros recuerdos, y Jared se estremeció bajo el asalto. Como si sintiera una presencia, sus ojos procuraron ver a través de la noche, sin lograrlo. Su casa estaba situada sobre la cumbre de una colina y el bosque se encontraba tan cerca que parecía tragársela. El hotel de su familia estaba ubicado cientos de metros más abajo, en el valle, pero vislumbraba de él solo la parte trasera, y era bien entrada la noche, habían quedado encendidas únicamente las luces de vigilancia. El destello de las farolas del pueblo se entreveía en la línea del horizonte, pero alrededor lo abrigaba solo la oscuridad de las sombras.
Oteó otra vez el cielo, notando con desilusión que la luminiscencia se había apagado.           
Los deseos pedidos a las estrellas fugaces no se cumplen, tío, se riñó, pasando por alto la sacudida de un presentimiento de mal augurio.
Dio media vuelta y entró en la casa. Verificó si la puerta estaba bien cerrada, y apagó todas las luces. Subió las escaleras hasta su cuarto y se dejó caer entre los dulces brazos de los sueños.
El pasado se quedaba en su sitio, en el cajón llamado «olvídalo».

        

 

Septiembre 2013
               
El pasado estaba por convertirse en presente, se dijo Jared tres días después, mirando de hito en hito a la mujer que se encontraba frente a él.
—Joder, este día no se anunciaba desastroso —masculló entre los dientes apretados, sabiendo que debería huir antes de que lo atraparan los recuerdos, pero sin poder moverse.
—Estoy aquí. Te oigo perfectamente —replicó ella, confirmándole que era real y no una retorcida alucinación.
Íria Golding, la persona que no esperaba volver a ver nunca más en su vida. La que se le aparecía solo en pesadillas, dado que castigaba de forma drástica su cerebro si intentaba traerla en sus memorias de día. La que se empeñaba en ocupar un lugar de su mente. Muy estrecho, tremendamente alejado, pero… ahora que la miraba a los ojos, debía reconocer que lo ocupaba.
—No entiendo por qué me castiga el karma. Pensaba que había pagado todos mis pecados —farfulló Jared, dándose la vuelta con la intención de alejarse de inmediato y fingir que el rencuentro nunca ocurrió.
Una mano fina y elegante lo detuvo. Por el rabillo del ojo pudo ver los delicados dedos y las uñas con manicura perfecta teñidas en un picante tono carmesí. Dedos que aprisionaban su antebrazo.
—Te comportas como el mismo niño malcriado —Íria susurró, mirando alrededor, seguramente procurando no montar una escena—. ¡Por Dios Santo! Han pasado trece años. ¡Supéralo!
Una niebla roja cubrió la visión de Jared y meneó la cabeza para concentrar la vista. Contó hasta veinte y giró el cuello, concediéndole una mirada. Una más venenosa que la mordedura de una cobra. Sus ojos, negros desde el primer día de su vida, parecían haber absorbido toda la oscuridad del espacio.
—No tengo nada que superar. Mi vida es muy satisfactoria. Y doy gracias cada mañana a unas cincuenta deidades porque tú no formas parte de ella.
—¿Así que has pensado en mí? —replicó Íria, sonriendo de esa manera especial que solo ella tenía. Sus labios se curvaban tímidos hacia arriba, como si tuvieran miedo de enseñar los dientes. Unos dientes perfectamente alineados, si mal no recordaba, menos un canino que era un poco más largo que los otros. Solían reírse juntos sobre eso y bromeaban comentando que ella podría ser descendiente de los vampiros.
No parecía conmovida por el temperamento inflamado de Jared, pero a él no le sorprendía. Íria era una persona que no se alteraba con facilidad, y mucho menos en su presencia.
—La primera traición jamás se olvida —replicó mordaz, cogiendo su mano y alejándola sin delicadeza.
—Tenía diecisiete años, reconozco que era inmadura, pero tú parece que sigues siéndolo.
Jared apretó los dientes, rehusando hacer memoria del pasado. De su perfidia. Del dolor. Del día en que cuando más necesitado se encontraba, la chica que pensaba que era su alma gemela, le había dado la espalda sin mirar atrás.
—¿Qué haces aquí?
Íria encogió los hombros y se apartó con el dedo índice un mechón que se había atrevido a escapar de su elaborado moño estilo desaliñado-pero-se-ve-perfecto, y que ahora le acariciaba la mejilla. Jared observó que mantenía el color de su pelo original, más negro que las plumas de un cuervo, aunque ella lo había odiado siempre por ser herencia de su padre.
—He vuelto —anunció, pareciendo muy complacida.
La sentencia cayó como plomo en los zapatos de Jared.
—¿Cómo que has vuelto? —ladró, perdiendo los estribos—. Odias este pueblo.
—Nooop. —Íria sonrió, y a él le quedó claro que estaba encantada con su reacción—. Pensaba que lo odiaba. Pero después de ver casi todo el mundo, me di cuenta de que es mi hogar. Desperté hace tres días con la seguridad de que debía regresar. Que es el sitio en que voy a pasar el resto de mi vida. Curiosamente, el mismo día recibí una oferta de trabajo, ¿averigua dónde? Sí, justo aquí —le informó—. Está claro que es el destino.
Jared casi puso los ojos en blanco. Ella y sus ideas fijas.
—¡Qué suerte la mía! Mentiría si te deseara ser feliz. Así que haz lo que quieras. Como siempre.
—¿Te invito a un café? —preguntó Íria, pasando una vez más de su comentario.
Jared tenía la confirmación de que ella no tenía problemas de vista, no obstante, empezaba a dudar del funcionamiento de sus oídos. Meneó la cabeza, pero no llegó a abrir la boca, ya que Íria se le adelantó.
—Qué casualidad, ¿no te parece? Que nos encontremos enseguida. Llegué anoche —continuó parloteando como si se tratara de un encuentro placentero—. Ni he deshecho el equipaje.
—¡Para! —Jared levantó las manos para tener toda su atención—. No me importa cuándo llegaste, ni qué planeas hacer, tampoco tengo la intención de tomar café contigo o cualquier otra cosa. De hecho, este pueblo ha sido pequeño antes de que aparecieses, y acaba de convertirse en una cárcel. Así que mantente en tu celda, muy, pero muy alejada de mí.
—Lamento darte malas noticias, pero no creo que vaya a poder hacerlo —declaró ella con franqueza, después de aguantar su discurso con cara estoica.
Jared la miró boquiabierto, sin poder creer lo que acababa de escuchar. Sí, habían pasado trece años, pero Íria no había cambiado para nada. Seguía igual de obstinada, sin entender el significado de la palabra «no», mirando solo hacia adelante y manejando cualquier obstáculo que se interponía en su camino como si se tratara de un pasatiempo hasta que consiguiera su objetivo. Encima, odiaba reconocerlo, pero seguía igual de guapa. Incluso más. Se veía… preciosa. Parecía que había aprendido a sacar partido a sus ojos «casi azules», como ella misma había nombrado el color: una mezcla de azul delgado y verde joven, similar a la línea del horizonte en que se unen el mar y el cielo. Su piel, tan blanca que el sol la quemaba enseguida, mantenía el mismo matiz, sin una sola peca.
Alejó la mirada y se riñó por haber observado tantos detalles en cuestión de segundos. Independientes a su voluntad, sus ojos la acosaban como lo habían hecho desde el primer día en que la conoció.
—Entonces lo haré yo —declaró, sabiendo que su sonrisa se veía cruel—. No tendré que esperar mucho tiempo. Lo tuyo es abandonar. Te irás más rápido que una tormenta de verano.
Se dio la vuelta y salió del restaurante, antes de darle la oportunidad de responder. Cerró con fuerza la puerta detrás de su espalda, recordando que se había marchado sin recoger el pedido de tartas para el hotel y sin siquiera llegar a pedir el maldito café.
¡Qué coman fruta hoy!, pensó. No tenía la intención de volver dentro mientras ella se encontrara allí.
Contaba con la cafeína de cada mañana para poner su sangre en circulación. Ahora ya no la necesitaba, puesto que esta bullía por sus venas como la lava de un volcán. Meneó la cabeza decepcionado con su control, o su ausencia en este caso, y ofuscado al percatarse que Íria todavía tenía el poder de sacarlo de sus casillas.

***

Mayo 2000

—¡Ay, Dios!
Íria miró desolada todos los libros y los cuadernos esparcidos por el suelo. Levantó la vista y se encontró con un par de ojos oscuros que la observaban sin ninguna expresión. Siguió con la inspección, evaluando con rapidez al ser tremendamente alto para sus diecisiete años. Llevaba vaqueros desgastados y una camiseta blanca con el cuello en pico que dejaba ver una cadena de la cual colgaba un anillo. Tenía el pelo del color de las cáscaras de nuez, ondulado sobre la línea de las orejas y en la nuca, con mechones rebeldes sobre la frente.
—Vamos. —El chico fue empujado por otro y dio un paso hacia adelante. No alejó su mirada ni un instante, y recibió un segundo empujón que tuvo el mismo efecto nulo—. Vamos, tío. Sabes que la profe de química es una arpía. Un minuto tarde y tendremos que repetir la tabla de los elementos cien veces —se quejó el otro.
Íria no le dedicó ni una mirada. Por alguna razón no podía despegar sus ojos del joven contra el que se había chocado, hasta que sintió un codazo en las costillas. Liza, su amiga, pidió su atención.
—Íria, llegamos tarde —dijo y se arrodilló para ayudarla a recoger los libros.
—Sí, claro. —Como si acabara de salir de un trance, Íria pestañeó varias veces y agachó la cabeza. Se inclinó para asistir a Liza, cogió un cuaderno, pero no pudo evitar fijarse una última vez.
Los dos jóvenes se alejaban, sin hacer ademán de ayudarlas. En ese momento él  retorció el cuello y sus miradas colisionaron como lo habían hecho sus cuerpos antes. Íria se estremeció sin razón aparente y fue la primera en retroceder, eligiendo un paisaje más seguro: el suelo.
—Ni siquiera intentó ayudarme —se quejó.
—¿Jared? —comentó Liza—. No lo esperes. De hecho, deberías estar contenta de que no lo hizo.
—¿Por qué? —preguntó Íria, extrañándose por las palabras de su amiga.
Se levantaron las dos con los libros en los brazos, encaminándose hacia la clase. Pudo ver que Liza hizo una mueca desagradable.
—Jared es… Jared. Es mejor que te quedes lo más lejos posible de él.
—¿Qué le pasa? ¿Tiene alguna enfermedad incurable?
—Sí. De hecho tiene más de una: es engreído, vanidoso, prefiere mantenerse al margen de todos, tiene preocupaciones clandestinas, y un aura oscura.
—Lo haces parecer atractivo —rio, sin entender aún el problema.
—Íria, eres nueva en el instituto. En mi calidad de guía, te recomiendo escuchar y hacer caso a mis recomendaciones. Ninguna chica se interesa por Jared. Al menos, ninguna que quiere seguir con su reputación. El único que se atreve a ser su amigo es Cedric que es su perro faldero. Aunque sea el más rico del pueblo y sus fiestas las más anheladas, todos se mantienen alejados de él y de su personalidad… volátil.
—No creo que lo entienda. Vais a sus fiestas ¿pero no lo consideráis amigo?
—Es difícil de explicar. Es como si fuera el presidente de un estado. Lo sigues porque lo ordena, pero a veces te gustaría no hacerlo.
—¿Por qué?
—Ay… —Liza puso los ojos en blanco, dejándole claro que sus preguntas la fastidiaban—. Porque así se hace desde el tercer ciclo de primaria. Es más fácil hacerlo que aguantar una de sus explosiones de furia.
—¿Qué pasó en el tercer ciclo de primaria? —Íria insistió con la esperanza de conseguir todos los detalles, pero se encontró con el muro de desaprobación de Liza.
—Por tu bien te aconsejo que no seas demasiado fisgona. Será mejor que no lo sepas.
—Mira quién habla. ¿Te has mirado en el espejo esta mañana? Porque yo veo «cotilla» escrito en tu frente —comentó, renunciando sin ganas al interrogatorio. Sabía que tarde o temprano se enteraría. El pueblo no conocía la noción de secreto y de todos modos no era el momento adecuado, pues llegaban con retraso a la clase.
La profesora las miró por encima de unas gafas de montura mate y frunció los labios. Inclinó la cabeza para verificar los papeles que tenía sobre el escritorio mientras comentaba:
—Señorita Golding, dado que es nueva, pasaré por alto el retraso de hoy. No obstante, espero que no se repita. La próxima vez habrá consecuencias.
—Sí, señora —Íria bajó la mirada, estudiando la clase a través de las pestañas caídas. Todos los ojos estaban dirigidos hacia ella. Algunos interesados, otros aburridos, incluso advertía unas cuantas miradas maliciosas por parte de algunas chicas. Ser la nueva apestaba. Más cuando venía de una ciudad grande a la cual suponía que cada alma de ese pueblo olvidado por los cartógrafos, deseaba escaparse.
—Ocupad vuestros asientos —mandó la profesora e Íria siguió a su amiga, sin saber dónde debía sentarse.

Se detuvo de golpe al notar que el único banco libre era el penúltimo. Y justo detrás de ese, se encontró con la mirada hipnótica del chico contra el cual había tropezado en el pasillo. Liza, que se había sentado, hacía muecas intentando captar su atención. Se forzó en reanudar la marcha y se sentó en la silla que pareció demasiado caliente bajo su trasero.
La profesora empezó la clase, pero no tenía ni idea de lo que decía. Estaba congelada con la espalda recta pegada al banquillo y las manos sobre las rodillas, apretándolas. Escuchó un movimiento desde atrás y sintió una respiración caliente revolotear en su nuca. Por alguna razón que desconocía sus mejillas se encendieron y empezó a respirar más deprisa.
—¿Qué te pasa? —susurró Liza, mirando hacia adelante, como si prestara atención a la clase.
—Nada. Estoy bien. Estoy perfectamente —respondió en la misma voz baja, esperando que las palabras tuvieran el poder de convencerla a ella misma.
Tampoco entendía qué era lo que le sucedía. Parecía que ese chico la afectaba de alguna manera, pero no alcanzaba a saber el motivo. No lo conocía, y se preguntó cómo era que un encuentro de unos segundos la hacía reaccionar de forma tan violenta.
Encontró una explicación lógica en el hecho de que se sentía aún trastornada y no se había recuperado del cambio. Llevaba los últimos dieciséis años viviendo en la ciudad y había tenido solo dos días para acostumbrase a la mudanza al pueblo. Las malas inversiones de su padre lo habían forzado a vender la casa para pagar las deudas y mudarse con la abuela materna. Conocía la aldea, venían a veces por las fiestas y algunos días de vacaciones, pero la diferencia ahora que iba a vivir ahí, era enorme.
Con Liza se comunicaba desde pequeñas, aunque nunca habían gozado de tiempo suficiente para hacerse amigas verdaderas. Sin embargo, en esos momentos agradecía tener a alguien conocido. No le gustaba el cambio. Había dejado atrás a todos sus amigos, sus clases de fotografía, el grupo de lectura, prácticamente toda su vida. No obstante, tenía la esperanza de que las violentas discusiones entre sus padres fueran a acabar ahora que la presión sobre los hombros de su padre había disminuido.
Procuró concentrarse en la clase, odiando recordar la tensión bajo la cual su familia había vivido las últimas temporadas. Ya no era una niña, entendía qué estaba pasando, y detestaba no poder ayudar a su madre.
Levantó el mentón, decidida a acomodarse y no aumentar los problemas familiares.
Tenía diecisiete años y empezaba una nueva vida. Esa sería su nueva meta, se prometió.


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Etiquetas: extra, haimi, sencilla obsesión

lunes, 19 de mayo de 2014

Reseña "Habitación 217"



Hola, chicas
Esta semana tengo libre del Blog-Tour de autores y voy a aprovecharla para subir unas reseñas. Luego faltan dos más semanas hasta que se acabe y volvemos al trato anterior, es decir una entrada al mes (jajaja).
Sé que os he mareado con tantas entradas y espero que hayáis prestado atención a algunas, porque a mí me sirvió como experiencia. Reconozco que a la hora de escoger mis lecturas apuesto (correcto decir apostaba) por autoras extranjeras antes que las de habla hispana y me di cuenta que no todo es blanco o negro y que hay muchos niveles de grises. Hay escritoras españolas que se levantan al renombre de las extranjeras y se merecen una oportunidad. En el último tiempo tuve mucho contacto con autoras autopublicadas que por diferentes razones decidieron hacerse un hueco en ese mundo por su cuenta y no me defraudaron. En honor a la verdad me quedé con una muy buena opinión y a diferencia de muchas novelas publicadas por editoriales, acabé con placer esos libros.
Hoy os traigo la reseña de “Habitación 217”

Ficha técnica:                            
Título: Habitación 217
Autor: Asia Lafant
Páginas: 163
Autopublicada Amazon

Sinopsis:
Para Leire cualquier día de trabajo significaba superar los retos de una jefa que la odia. Pero nunca hubiese pensado que el hotel sería el lugar en que iba a conocer a un hombre tan perfecto, por el cual incluso pondrá en peligro su trabajo. Acosada por unas pesadillas tan reales que la dejan trastornada, Leire no entiende por qué la gente que ve en sus sueños se suicida. Hasta que un día todo parece desmoronarse a su alrededor cuando la protagonista de una de sus pesadillas aparece muerta en el hotel en el que trabaja y la vida así como la conocía empieza a tener otros significados.
¿Por qué la gente le habla antes de morir?
Suspense, amor, y un final inesperado en una novela diferente a todo lo que has leído.

Opinión personal:
Conozco muy bien las novelas de Asia y me alegra que después de años de trabajo y esperanzas, empieza a hacerse un merecido nombre.
Tuve especial interés en esta historia, dado que el tema de la hipnosis me ha fascinado siempre.
La novela empieza fuerte con la descripción de una escena de suicidio, escalofriante en los detalles y el ritmo de la narración en acceso. Al finalizarla, se nos permite un respiro al entender que se trata de un sueño de Leire, la protagonista de la historia.
La sinopsis cuenta solo lo esencial, es decir el hecho de que Leire trabaja en un hotel. Le gusta su trabajo, pero su jefa le amarga la vida, asunto que consigue superar con la ayuda de sus amigos, en especial Elena y Manu. El hotel es el escenario principal de la acción y la habitación 217 juega un papel importante, de aquí el título.
Leroy, el protagonista, es especialista en hipnosis y viene a la ciudad para dar los espectáculos programados. Desde el primer momento en que conoce a Leire deja claro su interés y desde ahí la situación se complica cada vez más. Sus pesadillas continúan, la atracción entre ellos dos se convierte en amor, pero hay demasiadas variables desconocidas que le impiden disfrutar de lo bueno de su vida. Cuando se percata de que sus sueños se convierten en realidad y que las personas que ve cuando está dormida aparecen en el apartado de suicidios del periódico, Leire empieza a dudar de la salud de su mente.
Quiero destacar la versatilidad de la autora que se mete en los zapatos de sus personajes como si fueran los suyos. La historia está contada en primera persona, vista por los ojos de Leire, pero hay una escena especial, en que ella sueña ser un hombre que atrajo mi atención. También debo recordar que hay actos subidos de nivel que impiden la lectura a personas menores de 16 años (creo, ¿ serán 18?)
Tuve especial interés en el final de la historia y lo esperaba con desesperación porque no tenía ningún indicio y no podía preverlo, cosa que me sacaba de mi juicio. Aunque extraño, totalmente imprevisible pero a la vez entendible, la autora logra un milagro y elige un buen final para una historia en que todo parece desmoronarse.
Habitación 217 es una historia completa, fascinante, que se lee en un respiro y se disfruta al máximo.
Enlaces de compra:
Amazon.es 
Amazon.com 
 
                                                                                                                    
Publicado por Unknown 7 comentarios
Etiquetas: asia, reseñas

domingo, 18 de mayo de 2014

Enlaces de interés - Encarni Arcoya




 Nos despedimos de Encarni en el Blog-Tour de autores. Os dejo unos enlaces de interés.


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Twitter: @earcoya y @KaylaLeiz
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