La etiqueta de ser mujer

Quise hacer una entrada sobre las escritoras, las mujeres de letras que han dejado una marca en este duro mundo, pero me di cuenta que es imposible. Tenía la impresión que son pocas, y es verdad que el nombre de una mujer aparece mucho menos que el de hombres. Sin embargo, hay tantas que han luchado contra su “débil” condición y han logrado superarla, que esta entrada se convertiría en un libro.

Actualmente, la mayoría de las mujeres escritoras han alcanzado, teóricamente, la igualdad y no deben esconderse tras seudónimos de nombres masculinos para publicar. De hecho, se ha descubierto la existencia de casos en que los hombres prefieren publicar bajo el nombre de una mujer. Sólo recientemente se supo en el Reino Unido que Emma Blair se llama en verdad Ian Blair; Jessica Stirling es Hugh C Rae, y Jill Sanderson nació Roger.

Tanto si son hombres o mujeres, cada escritor busca la credibilidad, que en realidad se traduce en ventas. Y cuando se trata de la literatura romántica, es difícil de creer que un hombre haya podido conseguir descifrar el misterio de la naturaleza femenina y que encima logre encontrar las palabras perfectas para describirla. Estoy segura de que excepciones existen. Ahora mismo no me viene nadie a la cabeza, pero estaría muy interesada en leer a este autor.  PD: avisad si tenéis nombres o títulos.

Recientemente encontré una frase que me hizo mucha gracia: “Me voy a vivir en teoría, porque en teoría, todo es posible”. La verdad es que en realidad la vida sigue siendo dura para las mujeres escritoras. Los prejuicios siguen mandando en nuestra sociedad, y las mujeres continúan enfrentándose para ser catalogadas de “escritoras serias” u obtener el reconocimiento de la crítica. 

No sé por qué, dado que hemos demostrado miles de veces que podemos hacer lo que nos propongamos. La literatura romántica es “de mujeres”, sobre la erótica aún se habla con las cortinas cerradas, y que Dios nos cuide si procuramos meternos en asuntos de hombre e intentar escribir novela negra, ciencia ficción, u otro tipo de literatura que quemaría nuestras pobres neuronas en el proceso.

Llevo mucho tiempo pensando en el tema de la calidad literaria. Busqué artículos, leí a los autores considerados serios, y sigo sin tener una impresión clara. En mi cabeza la seriedad literaria se confunde con el drama. Y francamente, tengo bastante drama en mi vida como para evitar leer sobre ella.

No tenía la intención de que la entrada se convirtiera en una que sostenga la literatura romántica. Lo hice otras veces y no me da vergüenza gritarlo a los cuatro vientos: leo romántica y me gusta. Leo romántica porque me gusta y porque necesito una sonrisa cada día. Demasiados días es la única sonrisa que logro y por eso sigo haciéndolo.

Leo y escribo romántica y me estoy arriesgando a que mis manuscritos jamás sean reconocidos como serios. De hecho, estoy bastante segura de que esto va a pasar. Me conformo con que logren sacar una sonrisa por parte de mis lectoras.

No me olvidaré de que “Frankenstein” fue escrito por Mary Shelley, que debería idolatrar a Virginia Wolf por su “Una habitación propia” y que Ursula K. LeGuin con” El nombre del mundo es bosque” se hizo un nombre en la ciencia ficción. Hay muchísimos ejemplos de que las mujeres escritoras pueden contentar a los críticos literarios.

Solo falta que se lo propongan.

Acabo por desearos “Feliz día de la mujer” y que cada día sea como una de ésta: un día en que los hombres se olvidan de que metemos las narices en todo, de que tenemos la boca demasiado suelta, de que no nos conformamos con la etiqueta de “mujer”. Un día en que nos aceptan así cómo somos. 

¿Tú te conformas con la etiqueta?