Partiendo desde la base de que no
tengo nada en contra de la pornografía, simplemente voy a explicar mi punto de
vista.
Normalmente, cuando una escritora
se dedica a plasmar historias con la etiqueta “erótico”, hay ciertas cosas que suceden
enseguida en la mente de los lectores.
La primera, que es la más
sorprendente y reveladora, es que se tiende a pensar que es una historia
biográfica y que por lo tanto, todo cuanto la escritora escribe, está basado en
sus vivencias personales. No voy a negar que a mí, personalmente, me divierte esta situación, puesto que admito sin ningún pudor que el morbo que
este hecho provoca sobre la identidad, personalidad e imagen de la escritora,
me gusta. Ahora bien, la mayoría de las veces simplemente son fantasías y parte
de la trama del manuscrito, pero… otras veces… es todo todo todo real... ¿Cuáles son los hechos reales y los inventados? Ah...
La segunda cosa que pasa, cuando
el lector se dispone a leer un relato erótico de una “femme”, es que espera
encontrar desde la primera línea algo relacionado con el sexo. Sexo en el
primer capítulo, sexo en el segundo, sexo, sexo, sexo.
Pues bien, aquí es donde yo me
niego a dejarlo pasar.
Veréis, escribir erótica, no es
lo mismo que pornografía. Repito que no tengo nada en contra de lo segundo,
pero me parece importante e interesante diferenciarlos.
El erotismo implica sensualidad,
morbo, sutileza… Para mí, escribir una escena erótica significa poder llegar a
transmitir al lector cada beso, cada caricia, cada sensación en su propio
cuerpo. Envolverlo con las palabras y hacer que entre en mi historia por los
ojos para sentirla por la piel. No se trata simplemente de excitar, aunque
espero y deseo que se exciten, por lo menos mentalmente, pero no es lo
principal. Visualmente, sería como ese escote que no enseña nada pero te invita a imaginarlo todo.
El erotismo es un ambiente, una trama,
una historia envuelta en sensualidad. Una novela erótica, para mí, puede
contener un solo encuentro sexual explícito, pero un sinfín de momentos
llevados al límite, en los que el lector desee que los protagonistas se toquen,
se besen y hagan buen sexo. Lo importante, creo, es el ambiente que se logra
transmitir.
No es lo mismo decir: su mano
lentamente empezó un recorrido sobre mi piel, erizando hasta el más recóndito
de mis pensamientos. Sus labios,
calientes y húmedos, se posaron sobre mis pechos erguidos y expectantes
mientras mis deseos se despertaban en mi entrepierna, humedeciéndola hasta el
punto de necesitar sentir toda su excitación abriéndose paso en mi interior. A
decir: ¡follamos como locos!
En fin, por último, también
sucede algo más: la vergüenza. Eso es lo más interesante. Todos, y digo todos,
nos sentimos atraídos por la lectura de novelas eróticas, pero pocos realmente
somos capaces de admitirlo. Primero porque todavía a día de hoy existe un tabú
muy grande sobre hablar, escribir o pensar en el sexo. Y yo me pregunto ¿por
qué? Es algo que a todos nos gusta. Nos sentimos mejor después de hacerlo. El
cuerpo lo agradece y la mente se despeja. Hay incluso estudios que afirman lo
muy beneficioso que es. ¿Entonces por qué avergonzarnos de practicarlo, y menos
aún, de leerlo? Pues no lo sé…
Muchas veces se confunde la
novela erótica con una novela sin trama, sin significado. Con una novela
romanticona sin pies ni cabeza, cuando en realidad, se dedican muchas horas a
escribirla y plasmarla en unas palabras que forman un relato del todo completo
y satisfactorio.
Yo por mi parte, lo disfruto en
cada frase, en cada una de las letras que escribo, y me siento muy bien cuando
uno de mis lectores me dice que ha disfrutado con alguno de mis manuscritos.
Ese es mi premio. El mejor de todos.
A veces no es necesario buscar
más allá de los sentimientos y de las sensaciones. Dejarse llevar,
transportarse a la sensualidad, a la piel de los protagonistas. Si consigo eso,
ya me doy por satisfecha.
Y la vergüenza hay que dejarla aparcada, pero no sólo a la hora de leer erótica, también hay que olvidarse de ella mientras se practica el erotismo. Solamente así se podrá disfrutar de cada momento. Beberse la vida sin tapujos es el mayor afrodisíaco que pueda existir.
2 comentarios:
ole!!!!
pues yo te dire que he sido una de las que he leido bastante literatura erotica/pornografica y no me averguenzo de ello que puñetas, a romper moldes, que 50 sombras no es nada del otro mundo jajajaja
-belle de jour
-triologia de la bella durmiente, de anne rice (si, ha escrito literatura porno y de la fuerte)
-las edades de lulu...
Hola Disidra!! Veo que eres de las mías!! Todos los que apuntas los he leído y he de decir que la bella durmiente es bastante fuerte para mi gusto, pero me los leí sin tapujos.
Un saludo y gracias por comentar!!
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