Visitando la
ciudad de Roma, le pedí a mi novio que me acompañara al cementerio para visitar
una tumba. Como os imaginareis, me miró
con esa expresión de ¿en qué pensaba cuando le pedí salir a esta chica?, con la
que me he acostumbrado a convivir.
No obstante, como le gusta hacerme feliz en la
medida de lo posible, aceptó a regañadientes y en nuestro último día en la
impresionante ciudad de Roma, nos acercamos al bonito cementerio protestante
que se extiende bajo una diminuta pirámide.
Un lugar hermoso, en su itálica versión de sacramental belleza, muy
distinta a los cementerios celtas que estoy acostumbrada a visitar en Irlanda. En
este caso, se trata de una campiña sorprendentemente verdosa teniendo en cuenta
el generoso sol italiano que a diario la irradia. Pero su belleza se debe
principalmente a los huesos que descansan bajo esas tierras. Huesos contenedores
de la beldad literaria que he llegado a amar tras años estudiando literatura
inglesa. Y es que en ese cementerio yace John Keats, el talentoso poeta
romántico que murió de tuberculosis a los 25 años de edad. Si lo visitáis
también podréis encontrar a Percy Bysshe Shelly en la zona católica.
Keats abandonó su profesión en
la medicina para ser poeta, pero esa decisión le abocó serios problemas
económicos. Escribió poesía y recibió duras críticas sobre su trabajo, que lo
llevaron a morir creyendo ser un fracaso como escritor. Nada más lejos de la
realidad , pues años después de su muerte, críticos y expertos lo catalogaron
como uno de los mejores poetas románticos, convirtiéndolo en un icono
canonizado y adorado por los lectores.
Al llegar a su tumba nos
encontramos con que un grupo de unas 20 personas la estaban rodeando, y a sus pies, recitaban sus
poemas. Yo me emocioné ante la visión de cómo uno puede morir creyendo ser un
fracaso en el arte que adora y sin embargo, después de 200 años de haber dejado
este mundo, lograr emocionar y conmover a generaciones y generaciones tras de ti.
Como Shakespeare vaticinó, la literatura es una forma de eternidad, y los
escritores que logran ser canonizados, son magos que otorgan eternidad al
objeto de sus deseos, inmortalizándolos en sus líneas.
Además me sirvió para
demostrarle a mi novio que, aunque soy un bicho raro, hay más gente como yo por
el mundo. Y es que es que cuando vio al numeroso grupo rodeando la tumba me pregunto
"Vale, ¿quién era este tío? Cuéntame su historia". Y es que si hasta
Oscar Wild escribió un poema sobre su visita a la tumba de John Keats, ¿cómo no
iba a emocionarme yo?
John Keats le regaló inmortalidad a Fanny
Brawne, una diseñadora y costurera con la que compartió casa durante un tiempo.
Vivieron un romance único del que solo nos quedan las cartas que el poeta le
escribió a la muchacha. En mi opinión, son las cartas de amor más hermosas jamás
escritas, y no necesito leerlas todas para contrastarlo.
Si os pica la curiosidad os
aconsejo que veáis la versión cinematográfica del idilio: Estrella brillante
(Bright Star) de Jane Campion y después del visionado, si aun tenéis ganas de
más porque os enamoráis del poeta como me ha ocurrido a mí, podéis buscar sus
cartas en internet. Para aquellos que dominen la lengua, les aconsejo hacerlo
en inglés, pues el impacto es doble: el significado más el sonido de las
palabras que usaba el poeta, son como tocar el cielo.
Y para terminar os dejo con la
carta que escribí para un concurso, como una ficticia respuesta de Fanny a un
compendio de las cartas de Keats.
Para aquel cuyo nombre está escrito en agua
Para John Keats,
(1819)
Mi querido señor Keats,
usted que parece entender el intrincado funcionamiento de la naturaleza de la
vida, le ruego, explíqueme cómo puede una carta suya alterar mi ser y mi
entorno de esta forma. Una simple hoja de papel, que no pesa más que una pluma,
abate mi espíritu con la fuerza de cinco bueyes; y me deja presa en un estado
de letargo diurno y vigilia nocturna. Y cuando su carta no llega, me encuentro
drenada de vida, como un autómata de hojalata que no ha sido alimentado por su
creador. No se desasosiegue, mi señor, por las burlescas historias de Brown;
pues él no logra apagar esa abrasante sensación de admiración que guardo por su
ingenio, en las ocasiones en las que logro comprender el funcionamiento de su
mente. Mi dulce muchacho, usted me ha robado mi humanidad, me ha desterrado de
los sentimientos naturales en una joven; y ahora me ruega que no cumpla con mis
amenazas, que tenga piedad. Pero usted no muestra piedad por mi ser, por mis
huesos de blanca nieve que se deshacen sobre mis sábanas cuando leo sus
palabras. He perdido el gusto por toda actividad cotidiana. Mi sopa ya no está
caliente, mi pollo ya no sabe a nada, mis libros ya no me entretienen, ni la
compañía de mi familia me ampara.
Ya nunca posaré mis ojos
sobre las mariposas de la misma forma. Ahora cuando las observo una extraña
felicidad, tintada de oscura envidia, me embarga. Me las imagino enamoradas, felices en su
dulce baile estival, compartiendo la totalidad de sus horas de vida con quien
desean. ¡Pero qué afortunadas! Quizá se lo merezcan por su belleza, y por la
forma en la que contribuyen a la belleza de este mundo. Por mucho que usted
hable de mi brillo y mi delicadeza, yo soy nada comparada con ellas. Quizá
usted lo sea, querido Keats. Usted y su don con la lengua, que es capaz de
transformar simples palabras en algo mágico, cálido y brillante, algo parecido
al fuego que arde bajo mi chimenea. Quizá usted sea tan bello como esas
mariposas. No se burle pues. No diga que no hay nada digno de admirar en su
persona. Usted es como un templado rayo de sol sobre la piel fría, como el
sonido de una mañana soleada, como el aroma del pan horneado cuando se está
hambriento, como esas mariposas que solo viven tres días de verano. Usted es el
dulce más dulce que torna todo lo demás en amargo.
“Una cosa bella es un goce eterno:
Su hermosura va creciendo
Y jamás caerá en la nada;
Antes conservará para nosotros
Un plácido retiro,
Un sueño lleno de dulces sueños”
Su hermosura va creciendo
Y jamás caerá en la nada;
Antes conservará para nosotros
Un plácido retiro,
Un sueño lleno de dulces sueños”
Endimión de John Keats
No logro olvidar el
principio de su Endimión y me cuestiono cuándo llegará el plácido retiro de su
belleza, señor Keats. Cuándo su influencia sobre mis sentidos se retirará permitiéndome
regresar a mi misma, a la Fanny que solía ser. Ciertamente su amor lo ha hecho
egoísta, porque cada nota de buenas noches que paso por debajo de su puerta se
lleva consigo un trozo de mi alma. Lo sabe y continúa solicitándolas ¿Y qué va
a hacer usted con mi alma ahora que la posee casi por completo? Si su religión
soy yo, entonces no muera por ella; no se convierta en mártir. Viva para
cuidarla, pues es todo lo que poseo. Vuelva a estremecerse. Vuelva a respirar.
No se resista. Es inútil resistirse a esto.
Madre insiste en que acuda
al baile esta noche, que vea a otras gentes. Debo reconocer que estoy tentada
de hacerlo solo para ver como usted sufre por ello. Mi amor también me ha hecho
egoísta, e incluso malvada. Creo que acudiré y le dedicaré varios bailes al
mismo caballero. Aquel que sea más hermoso. O puede que no lo haga. Mi placer
es dejarlo con la enloquecedora duda de lo que la velada me aguarda. Mi placer
es leer los celos de entre sus líneas. Mi placer son sus palabras.
Suya eternamente,
Fanny Brawne.
Beca Vie.
8 comentarios:
Que hermosa entrada! Me gusto mucho la carta :)
Hermosa carta y hermosa la descripción del lugar :) Puedo entender qué poder tienen sitios así y me imagino que la inspiración no tarda en aparecer
Hola!! No conocía al poeta, pero la carta me ha encantado. Me apunto la peli :)
Besos
Hola!! Como estas? Cuando puedas pasate por mi blog que te nomine para un premio :)
Besos.
Pau.
Gracias chicas, me alegro de que os haya gustado. Un besito.
Me has dejado boquiabierta y estremecida, no sólo por tu afinidad con los cementerios y tu amor inconmensurable por Keats, sino por tu bellísima carta tan digna de su inspirador.
Y qué pena cuando el talento sólo se reconoce tras la muerte de quien lo poseyó.
Besotes admiradores.
Gracias Babel. Sí que es extraño visitar cementerios por placer turístico, pero es parte inenudible del turismo literario. Un besazo, gracias por leer y comentar.
Bellísimo!
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